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La moda como

concepto

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La moda (del latín modus) tiene en su origen etimológico una relación directa con el talle de la ropa. Habla sobre la medida, el modo. Un concepto directamente relacionado con la funcionalidad de la prenda más que la estética. Si bien no es posible aún llegar a un consenso en la definición de “moda” por la aparente falta de fundamentación detrás de los estudios de esta (Quintas y Quintas, 2010), podemos hacer algunas aproximaciones al objeto de estudio.

 

Durán (1999) analizó las definiciones propuestas por Sproles y Davis (1994) y concluyó que la moda puede ser definida en base a la popularización de objetos o acciones. 

 

(...) el estilo de un bien de consumo, o una forma de comportamiento adaptado temporalmente por una porción relevante de los miembros de un grupo social, a causa de haberlo percibido a ese estilo o comportamiento socialmente aceptable para el momento y la situación.  (p. 8) 

 

En este sentido, la autora toma el concepto de moda como la tendencia circunstancial y aceptada por un grupo de personas considerable, tal y como suelen hacerlo varios estudiosos del área. Sin embargo, esta definición no abarca los efectos individuales ni lo que lleva a alguien a seguir o no la moda imperante de una época o contexto geográfico específico.

 

La sociología comprende la moda en tanto la adaptación a cánones sociales de belleza y lo que implica su reconocimiento. Sobre esto, Kant reconoce la importancia de la moda en el contexto socioeconómico al representar el estatus de un individuo, por lo menos en la esfera social de principios del siglo XIX. Gronow (1993) reflexiona sobre la crítica del filósofo prusiano en su ensayo sobre gusto y moda:

 

Para él, la moda no tiene que ver con juicios genuinos de gusto, sino que es un caso de imitación irreflexiva y “ciega”. Como tal, es lo contrario del “buen gusto”.  Sólo se debe a la vanidad humana y a la competencia social en la que los hombres intentan sacar lo mejor de los demás y mejorar su posición social. (p. 89)

 

Pero más allá de la perspectiva de Kant, que resulta ser poco aplicable para la época, existe una esfera identitaria en la que la moda juega un papel fundamental y relevante en relación con el proceso de socialización humana. Gronow (1993) reconoce el concepto como una “formación social” que junta principios opuestos. Por una parte, estar a la moda implica una forma aceptable y segura de distinción mientras que permite la adaptación de un individuo a un grupo específico de personas. Moda, entonces, se trata de un concepto que junta la imitación y la individualidad de un sujeto cuyo valor social se determina en tanto es capaz de balancear ambas esferas.

 

Georg Simmel, filósofo alemán, reconoce la presencia de dos agendas en la moda de un individuo afirmando que:

 

La moda es la imitación de un ejemplo dado y satisface la demanda de adaptación social, conduce al individuo por el camino que todos recorren, proporciona una condición general, que resuelve la conducta de cada individuo en un mero ejemplo. Al mismo tiempo, modifica en no menor grado la necesidad de diferenciación, la tendencia a la disimilitud, el deseo de cambio y contraste, por un lado, mediante un cambio constante de contenidos y, por el otro, mediante un cambio constante de actitudes. (Simmel, 1911, 6-7 como se citó en Gronow, 1993, 90)

Ya reconocida la complejidad del concepto moda, no es difícil entenderla como un proceso social y, por ende, un objeto en donde la comunicación es clave para su efectividad. Es, además, un acto recíproco y constante, en tanto lo mostrado por los individuos (ya sean prendas, maquillaje, peinados) es parte de la identidad de ellos y están siendo infinitamente influenciados entre sí. Tuozzo (2016) comprende la bilateralidad del objeto y lo entiende como la “forma más pura, posible y cercana a la sociabilidad” (p.67). Asimismo, la autora reconoce las consecuencias sociales de la moda afirmando que “tiende a dibujar un círculo cerrado entre aquellos que se imitan al interior y demarca los límites entre aquellas que así se diferencian; otra forma de producir espacio social” (p. 67). 

 

Ahora bien, aunque es creído que la moda implica la influencia de un ente superior (esto es, más popular o con mayor capacidad de acción), la verdad es que se trata de un proceso horizontal (Godart, 2000 en Retana, 2014) y que tiene la capacidad de producir subgrupos o subculturas considerando las implicancias políticas de esta. 

 

Así, la moda abarca también un concepto socio-cultural y artístico en el que alguien (es decir, cualquier persona) es capaz de expresarse a través de sus elecciones en prendas. Está vinculada con movimientos sociales como el punk, en el que la británica Vivienne Westwood basó la identidad de su marca.

Calefato (2021) reconoce la importancia de la vestimenta en el activismo político y la existencia de una resistencia fashionista a través de la historia mundial. En su libro “La moda como traducción cultural”, la autora toma el cuerpo como herramienta de protesta y, por ende, la moda como subelemento complementario. En el marco de la pandemia por COVID-19, la autora toma las mascarillas faciales personalizadas como “objetos que resisten de manera ideológica la separación entre cuerpos y destacan la distancia hasta el punto en que transforman su significado” (p.18). 

 

De manera histórica, la moda ha representado cambios en momentos de crisis como a principios de la década de los 40, cuando en Estados Unidos se produjo una falta de stock en medias de nylon. El material comenzó a ser usado para fabricar paracaídas destinados a las fuerzas aliadas por lo que las mujeres debieron comprar calcetines de algodón como reemplazo y estos adquirieron un significado femenino a nivel cultural, por lo menos por un par de años luego de que terminara la guerra.

 

En contextos políticos, la moda es usada como elemento integrador como el uso de prendas blancas en las protestas de derechos trans de personas negras o las bandanas en marchas feministas latinoamericanas.  Calefato (2021) reflexiona sobre ello afirmando:

 

A través de su indumentaria personal protectora, y de una estética que hay que reinventar, el cuerpo vestido, como el cuerpo de los médicos, las enfermeras, los operadores de servicios sociales, los auxiliares de caja, los operadores ecológicos y el cuerpo de cada ciudadano protege la vida de los demás: cada uno, a su pequeña manera, protege potencialmente a toda la colectividad. Y es un cambio sustancial de mentalidad cuando la ropa y los accesorios, que son signos de identidad individual, se convierten en signos de solidaridad social. (p. 19-20)

 

La academia especializada en moda, aún con sus límites ya discutidos en tanto no se ha alcanzado un consenso respecto a las definiciones más importantes del área, parece coincidir en la relevancia del tiempo al hablar de la moda. Esto es, sin embargo, un entendimiento que va mucho más allá de las tendencias cíclicas. No se refiere, necesariamente, a los estilos de moda en una década determinada, sino que a las implicaciones de una lectura descontextualizada de la historia de la moda. 

 

De igual manera, el estilo considera una parte identitaria tal y como la moda, área que se ha visto exacerbada con el paso del tiempo y el nacimiento de nuevas tendencias, tecnologías textiles y espacios de expresión/imitación. Pía Montalva define el concepto en su relación con la moda y su evolución en Apuntes para un Diccionario de la Moda: 

 

ESTILO: Término que designa cierta cualidad individual para vestir, acorde a las tendencias de moda pero con un sello propio (...) La fragmentación del sistema moda y la diversificación de la oferta de apariencias modifican el concepto de estilo en la medida en que el nuevo escenario obliga al consumidor a asumir un papel más activo en sus elecciones vestimentarias. (Montalva, 2017, p.103)

 

En tanto la moda es un concepto que trasciende épocas, Calefato problematiza el uso de la palabra vintage al trivializar los contextos sociopolíticos en que se gestaron diferentes tendencias. Según la autora, la homogeneización de procesos tan complejos y heterogéneos a través de las miradas reduccionistas de quienes ven la moda en su esfera estética y nada más, termina por ir en contra de lo que esta misma representa: una forma de mediar las discusiones sobre relaciones sociales y modos de producción. (Calefato, 2021)

 

Su relación con el tiempo también está presente en lo planteado por Walter Benjamin quien la enlaza con el concepto de jetztzeit (tiempo-ahora) en contraste con un proceso lineal con un fin o algo pasado. “La moda es la predecesora –no, el eterno adjunto– del surrealismo” (Benjamin, 1999, p. 64).

 

Pero si bien el concepto representa la expresión en relación a la adaptación (o no) social, también puede convertirse en herramienta de opresión, especialmente en mujeres y minorías. Montalva describe una situación en la que un estudio de abogados publicó un instructivo exclusivamente para las mujeres trabajadoras del lugar. En este, se prohibía el uso de estampados, encaje, ropa ajustada, sandalias, entre otros, además del cabello teñido de colores llamativos y las uñas coloridas. Si bien las reglas tenían como objetivo representar a las féminas del bufete con mayor seriedad, Montalva afirma que, de todos modos, el instructivo tiene un elemento sexista, más allá de estar dirigido solamente a las trabajadoras mujeres.

 

Fundamentalmente. porque dado el prestigio de la firma resultaba ineludible un riguroso proceso de selección en el cual se evalúa (filtra) la pertinencia de incorporar o no a una postulante El desacierto apunta más bien a la idea que sostiene la necesidad de dicho reglamento; un control externo para las profesionales mujeres que contribuya a evitar una visibilidad excesiva respecto de sus pares hombres. El tipo de ropa posible, inscrita en la norma de uso (traje de dos piezas, falda a la rodilla, blusas, zapato neutro y de tacón razonable alto), aportaría a la desexualización de los cuerpos femeninos, mantendría los impulsos en orden e incrementaría la productividad, al eliminar todo vínculo mediado por la seducción donde los artificios indumentarios cumplen un rol esencial. (Montalva, 2017, p.97)

 

Con esto se ven reflejadas las normas sociales en tanto lo impuesto por las jerarquías y elites busca juntar a un grupo mayor de personas con la mayor homogeneidad posible. El uniforme, entonces, representa lo correcto, lo elegante, y llega a afectar la reputación de un lugar de trabajo aún cuando no tiene mayor incidencia en la efectividad laboral. 

 

Así, es posible entender la moda como un proceso sociocultural constante en el que un individuo media su relación con el resto de la sociedad, comprendiendo el equilibrio de la imitación y las libertades personales, las limitaciones sociales y la estrecha relación con su alrededor que va mucho más allá de lo estéticamente atractivo y que devela momentos históricos ya sean de crisis o progreso.

 

Imagen N°1. Reproducido de Malcolm McLaren and Vivienne Westwood [Fotografía], por Diana W.P. Thomas, 1976. © Another Magazine.

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La moda como forma de expresión y definición de una identidad individual o cultural, se vuelve un elemento de comunicación más dentro de la sociedad. Por lo que, siendo intrínseco del periodismo contribuir al desarrollo del conocimiento, recopilando y proporcionando libre información a la humanidad, se ha vuelto relevante su implicación en el mundo de la moda. Como mencionan Pérez y Naranjo (2018) en Periodismo e industria de la moda: “Si analizamos los procesos de creación y producción en Moda y en Periodismo son más las sinergias que las divergencias. A ambos perfiles les une un objetivo

común: Comunicar” (p.133).

 

Remontándose a las primeras coberturas de la prensa sobre el mundo de la moda, se encuentra la revista literaria francesa del siglo XVII, Le Mercure Galant, considerada como el primer medio que publicó artículos descriptivos sobre moda e ilustraciones de estilos de la época, con el fin de fomentar la comercialización de la industria francesa y difundir la vida cortesana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Posteriormente, a finales del siglo XVIII se conformó Cabinet des Modes, la primera revista de moda, fundada y editado por periodista Le Braun Tossa, esta contenía ocho páginas, tres de ellas con grabados a color pintados a mano que mostraban las tendencias de las temporadas, asesorando a sus lectores. Esta se publicaba cada quince días para sus suscriptores e incluso se distribuía fuera de Francia.

(...) la revista se mantuvo constante y creó el modelo de las publicaciones modernas. Fue instrumental en definir y difundir la nueva industria de la moda sino también promover la cultura de la moda. Dejó en claro que el Rey y la Reina ya no eran los únicos árbitros de la moda. (Nelson, 2017, p.22).

Además, esta revista demuestra que la moda está influenciada por los cambios sociales, ya que la publicación de medio coincidió con el periodo de la Revolución Francesa, siendo testigo de cómo en la moda se reflejaba acontecer social político del momento. Así lo afirmaron Miller y McNeil (2018) en Periodismo de Moda -Historia, Teoría y Práctica-:

Pero había otra función que cumplían las revistas de Le Brun Tossa, y en esta ocasión se convirtieron realmente en espejos de su tiempo, plasmados en los cambios que se notan no sólo en la vestimenta sino en todos los demás aspectos enumerados por Le Cabinet des Modes. Esto lo notamos particularmente en la moda que pasó de la opulencia del rococó a un estilo posrevolucionario sobrio impuesto por el “reinado de terror” jacobino. Le Cabinet ha guardado para la posteridad muchas de las sorprendentes modas usadas durante el período de la Revolución. (p.76)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el siglo XIX las revistas y la prensa de moda se volvieron instituciones establecidas debido a los avances en la mecanización de la producción textiles y prendas. Que combinados la expansión del ferrocarril y un mejor desarrollo de la infraestructura de la imprenta que provocó la disminución de costes en la prensa periódica, entregaron las condiciones para que las poblaciones de clase media tuvieran acceso a la moda e información sobre esta. 

 

Con ello creció el número de revistas dedicadas a la moda y los periodistas empleados para cubrir esta área alrededor del mundo como La Mode (1829), Godey's Lady's Book (1830), La Moda Elegante Ilustrada (1842), The Englishwoman’s Domestic Magazine (1852) y La Mode Illustrée (1860). De igual forma, se encuentran la fundación de famosas revistas estadounidenses que han trascendido hasta la actualidad Harper’s Bazaar (1869) y Vogue (1892).

En la segunda mitad del siglo XIX, el periodismo de moda -como la misma industria- pasó de ser un periodismo provinciano, preocupación de las élites a una más generalizada: se expandió y se volvió más democrático con la llegada de nuevas publicaciones más baratas. (Nelson, 2017, p.28)

 

Estas publicaciones tenían otro factor común además de la moda, era que iban dirigidas exclusivamente hacia las mujeres, porque era una preocupación esencial para ellas en la época debido a las presiones sociales. Siendo inevitable de este modo que las mujeres incursionaran en el oficio del periodismo especializado en moda, desde la escritura, fundación y edición teniendo como ejemplos a Mary Ann Bell, Emmeline Raymond, Mary Louise Booth y Sarah Josepha Hale.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el siglo XX, se distinguió un periodismo de moda más robusto y con un aumento exponencial de revistas, en donde en las primeras décadas estos medios fueron partícipes de popularización de la Gibson Girl, del ilustrador satírico Charles Dana Gibson. Esta imagen se apoderó de las portadas y el marketing de moda, considerado como el primer ideal universal de belleza femenina en la era moderna, que surge del movimiento de la “Nueva Mujer”, un estilo de vida promocionado de igual forma por las revistas de moda. 

 

Por otra parte, se sumó a la fotografía como una nueva protagonista en la prensa de moda, la cual a mediados del siglo debido a los avances tecnológicos que disminuyeron los costos de impresión, permitieron reemplazar las ilustraciones. 

 

Asimismo, se vivieron tiempos convulsos en la primera mitad del siglo, provocados por las dos guerras mundiales y los cambios sociales por lo que la prensa de moda se fue adaptando, como menciona Nelson (2017) se presentó además “el surgimiento nueva prensa de moda para el mercado masivo en el período de entreguerras también presentaría nuevos desafíos al sistema de la moda” (p.102). Un ejemplo de esto es en la Segunda Guerra Mundial, momento de la historia en donde las mujeres  comenzaron a verse como una fuerza laboral, por lo que, los medios conocidos de moda comenzaron a mostrar esta realidad y como se veía reflejada en la forma de vestir.

 

Sin embargo, el panorama cambia en los años cincuenta, pues es considerada la edad de oro de la Haute Couture, década en la que resurge la moda de alta costura junto con nuevos diseñadores, estos con nuevos presupuestos en la publicidad. Como ejemplo, Christian Dior que supo jugar con el marketing con su “The New Look”, lo que produjo que la moda se convirtiera cada vez más en noticia urgente, derivando en una mayor cobertura periodística.

La manipulación de la prensa por parte de Dior, la organización de la prensa por parte de Lambert, los horarios y el secreto mítico de los desfiles habían sido noticia de moda. Lo que también convirtió a los periodistas de moda en reporteros-detectives que buscaban una historia. (Nelson, 2017, p.143)

Posteriormente, desde la década de los ochenta el periodismo de moda era una especialización más que establecida,  que se demostraba con el incremento en las marcas de revistas globalizadas y de  programas en la televisión que abarcaban temas de la industria de la moda y entretenimiento, logrando tener cadenas completas que se enfocaban en la moda como Fashion TV (1991). De igual forma, en las últimas dos décadas del siglo XX la prensa contaba con un enfoque en los iconos de la industria de la moda como cantantes, actores, personalidades y supermodelos, como por ejemplo: Diana de Gales, Madonna, Kate Moss y Naomi Campbell.

 

Asimismo, en esta épocas se reconoció el trabajo periodístico y la influencia de grandes profesionales en la moda como Anna Wintour con la revista Vogue, Elsa Klensch con su programa televisivo Style with Elsa Klensch y Suzy Menkes con The International Herald Tribune.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aunque el fashion journalism o periodismo de moda se puede aún percibir como frívolo y sin un sentido social, siendo catalogado como una herramienta más de una industria elitista para conseguir más ventas y fomentar el consumismo en el mundo. Si se realiza una correcta cobertura periodística al campo de la moda se pueden encontrar temáticas que van más allá de las tendencias del momento, ámbitos que abarcan desde el desarrollo tecnológico hasta los distintos aspectos sociales, políticos y ambientales del mundo los cuales se pueden visualizar a través de la vestimenta.

El periodismo de moda juega un papel clave en la forma en que entendemos la moda y su impacto en nuestras vidas al reflejar y abordar cuestiones éticas y relacionadas con la globalización. A través de reportajes, perfiles y análisis, los periodistas de moda pueden generar conversaciones significativas y contribuir al cambio en la industria y la sociedad. (Universidad Europea, 2024)

Por otro lado, hoy en día la cercanía de la prensa en moda con la industria de la moda ha sido criticada por sus similitudes al marketing y publicidad. Los periodistas muchas veces son insiders que incitan al público a consumir. Kate Nelson (2017) recoge lo planteado por el sociólogo Brian Moeran, afirmando que dada la condición tanto de producto comercial como cultural de las revistas de moda, “se producen inevitablemente tensiones entre sus objetivos artísticos, ideológicos y comerciales” (p.3).

 

Asimismo, otros de los problemas del periodismo de moda es que la mayoría ve a este campo dedicado solo a la crítica o noticias de las nuevas tendencias y colecciones de la temporada, algo que también podría hacer un periodista de espectáculos. Sin embargo, como en cualquier otra rama de especialización en el oficio periodístico, existen singularidades y modos de trabajo que los diferencia de los demás. 

El periodismo de moda trata fundamentalmente del lenguaje. Como género, abarca textos escritos, incluidas críticas, noticias, artículos destacados, reportajes, entrevistas y no ficción creativa; también incluye textos que se basan en la palabra hablada y la narración para entretener e informar al público sobre la moda, ya sean podcasts o imágenes en movimiento de documentales. El periodismo de moda construye una comprensión y apreciación de la moda que puede ser tan evocadora como una imagen, pero que va más allá de donde la imagen puede llegar, profundizando en una discusión sostenida. (Findlay y Repone, 2023, p.5)

Finalmente, el periodismo especializado en moda es uno que sigue en la lucha por ser reconocido en la actualidad, incluso cada vez más casas educativas imparten cursos y títulos profesionales acorde a esta disciplina como la Universidad de Artes de Londres, la Universidad de Rutgers, la Universidad de Villanueva y el Condé Nast College. Sin embargo, las facultades importantes de comunicación en Latinoamérica aún no reconocen el campo como una opción de especialización para los estudiantes, más aún considerando la expansión en los últimos años de la industria de la moda en la región. Como señala Ramirez (2013) sobre el papel del periodismo enfocado en moda:

Sabemos que miles de problemáticas sociales aquejan al mundo en su día a día, pero son aquellas problemáticas, las relacionadas con el mundo de la moda, las que por alguna razón generan mayor impacto en las personas, tal vez por lo “light” que se considera a este mundo (...) es importante indagar sobre la función social que cumplen los medios de comunicación en un mundo que los sigue y que se basa en ellos para tomar decisiones de vida que pueden afectar en actividades tan particulares como la moda y la forma en que la usamos para mostrarnos ante los demás, temas que al parecer son básicos y fáciles de explicar pero que sin darnos cuenta, nos afectan de formas inexplicables. (p.17-18)

Ilustración que muestra a mujer en un vestido del siglo XVII y descripciones sobre las distintas partes de sus prendas.

Imagen N°2. Reproducido de Deshabillé d'Hyver [Grabado], por Jean Lepautre, 1678, Le Mercure Galant. © The Britsh Museum.

Ilustración de Journal de la mode et du goût, con una chica rubia en vestido propio de la Revolución Francesa.

Imagen N°3. Reproducido de Journal de la mode et du goût, ou Amusemens du sallon et de la toilette [Ilustración], 1790. © Bunka Gakuen University Library.

Retrato de periodista Mary Louise Booth con vestido propio de los 1800. Blanco y negro.

Imagen N°4. Reproducido de Mary Louise Booth [Fotografía], por Library of Congress, Washington, D.C. © Encyclopædia Britannica.

Periodista Suzy Menkes sentada frente a una mesa con flores, blanco y negro.

Imagen N°5. Reproducido de A Portrait of International Herald Tribune Fashion Journalist Suzy Menkes [Fotografía], por Zoë Hitchen, 2013, Behance. © Show Studio.

Moda

Periodismo especializado en

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Revista abierta de Nana Mizuki con imágenes de ella en ambas páginas.
Revista de Nana Mizuki con ella en la portada.
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